Si alguna vez sentiste que tu PC podría rendir más sin cambiar componentes, el overclocking puede ser la solución. Esta técnica permite exprimir al máximo el potencial de tu CPU, GPU o RAM, aumentando su frecuencia de trabajo más allá de los valores de fábrica. Pero ojo: no es para cualquiera, y hacerlo mal puede traer problemas.

 

¿Qué es el overclocking?

El overclocking consiste en aumentar la velocidad de operación de un componente, como el procesador o la tarjeta gráfica, para obtener más rendimiento. En lugar de funcionar a su frecuencia estándar (por ejemplo, 3.6 GHz), se lo fuerza a operar a una frecuencia mayor (como 4.2 GHz).

 

¿Qué ventajas ofrece?

Mayor rendimiento en juegos y tareas exigentes

Mejor aprovechamiento de componentes antiguos

Posibilidad de extender la vida útil del equipo sin gastar en upgrades

Personalización total del comportamiento del sistema

 

¿Qué riesgos tiene?

Sobrecalentamiento si no hay buena refrigeración

Inestabilidad del sistema (crashes, pantallazos azules)

Pérdida de garantía en algunos componentes

Reducción de vida útil si se hace sin control

 

¿Qué se necesita para hacerlo bien?

Motherboard compatible con opciones de ajuste en BIOS

Fuente de alimentación confiable

Sistema de refrigeración potente (cooler por aire o líquida)

Software de monitoreo como HWMonitor, MSI Afterburner o Intel XTU

Pruebas de estabilidad con benchmarks como Prime95 o Cinebench

 

 ¿Qué componentes se pueden overclockear?

CPU: el más común, especialmente en modelos “K” de Intel o Ryzen desbloqueados

GPU: ideal para gamers que quieren más FPS sin cambiar de placa

RAM: activando perfiles XMP o ajustando manualmente frecuencia y latencia

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